La psicología y el tabú de la salud mental
Si algo podemos decir del año 2020 es que ha quedado claro más que nunca que la salud mental es importante. Pero no basta con saberlo, hay que tomar medidas drásticas al respecto. No solo es imprescindible que la psicología y la psiquiatría dejen de ser un privilegio por el que hay que pagar, sino que los profesionales en cuestión deben estar plenamente formados para abordar ciertas situaciones concretas de sus pacientes potenciales y, por qué no, para aprender a abordar una crisis como la actual. Porque la pandemia de la COVID-19, entre el riesgo de contagio, las limitaciones sociales y el confinamiento, está pasando factura.
Sin embargo, cambiar la percepción que tenemos de la importancia de la salud mental y de la psicoterapia, requiere un nivel de análisis más profundo que parta incluso de la psicología teórica más básica. Debemos aprender que la existencia de asociaciones online de psicología junguiana, como Sepa en España, que se encarga de estudiar y compartir trabajos teóricos relativos al pensamiento de Jung, no es solo un espacio para eruditos académicos o aficionados a la psicología, sino un espacio en el que podemos entender la psique humana y, por lo tanto, sus necesidades.
Esas necesidades que podemos entender gracias a la Sociedad Española de Psicología Analítica pueden conducirnos fácilmente a hacernos una serie de preguntas. ¿Qué son los trastornos mentales? ¿Debemos hablar de trastornos, enfermedades, o neurodivergencias? A la hora de abordar y diseñar nuevos tratamientos terapéuticos, ¿debemos considerar con la misma importancia el contexto personal del paciente y el contexto social, pensado para que muchas personas no se puedan adaptar fácilmente a él?
Por ejemplo, teorías como el inconsciente colectivo, tan de la psicología junguiana, nos pueden conducir a responder con bastante certeza a esas preguntas y elaborar una serie de soluciones útiles para que los pacientes que acudan a psicoterapia puedan sanar. En definitiva, la salud mental todavía es un tabú y ello se relaciona con la infravaloración de la psicología como ciencia social con aplicaciones prácticas. Usemos un año tan duro como el de la pandemia del coronavirus para cambiar esa percepción.